Fotografía: chelseafc.com |
El sensacional impacto de Maurizio Sarri al principio de temporada se ha ido diluyendo poco a poco. Fruto de la sorpresa, seguramente el Chelsea llevó al engaño durante los primeros meses de competición. El equipo parecía tener un buen engranaje para lo que quería el técnico italiano. Pero lejos de esto, y promovido por un cambio de estilo (de Antonio Conte a Maurizio Sarri) vistoso, el club londinense ha mostrado los síntomas lógicos de un equipo al que le falta camino por recorrer. No todo es negativo, pero las dudas han crecido en base a los malos resultados, algo que ha permitido a los rivales cogerles la medida en mayor medida.
Los primeros síntomas que afectan al Chelsea actualmente, y que repercuten prácticamente en todo lo demás que se puede ver sobre el campo, se encuentran en torno al balón. El equipo no rehúye de tocar en corto, no es un problema sacar el balón jugado, algo que solamente se complica cuando hay cierto marcaje individual sobre Jorginho para que no reciba en campo propio y que lleva a David Luiz a ser el principal responsable en la salida de balón (sobre todo con envíos en largo). Los problemas del Chelsea llegan una vez pisan campo rival. Ahí, el balón no lo mueven como seguramente le gustaría a su técnico. Faltando piezas que se adecuen más a lo que quiere Sarri, cuando los jugadores se tienen que mover en espacios cortos acaban saturándose.
La circulación de balón del Chelsea no siempre es mala, pero suelen tener problemas para crear ventajas. Es por ello que a día de hoy el equipo londinense acumula más posesión de balón de la que seguramente aproveche. La intención de los jugadores son buenas, pero solamente Hazard (en mayor medida) sitúa a su equipo cerca de la portería rival. Por ese motivo, a medida que los ataques del Chelsea se van nublando, los futbolistas del equipo miran al lugar en el que esté situado el belga para que trate de resolver las cosas. Falta una mejor toma de decisiones (y puede que más riesgo) para llegar con más claridad arriba. Que los atacantes se encuentren mejor y a su vez todos los que aportan a la fase ofensiva intenten ser más dañinos. El equipo mueve el balón de un lado al otro del campo, pero sin suficiente rapidez como para sorprender al rival, algo que complica que el balón llegue bien al área para finalizar las jugadas.
Este exceso de circulación acaba siendo un problema para el Chelsea, que en su búsqueda por tratar de llegar hasta el área rival (puede que otro problema, no finalizar jugadas generalmente desde más lejos), el equipo acaba decidiendo peor la pelota, en zonas que posteriormente perjudica a la defensa que tienen que ejercer sobre el rival. Y este es un problema que Sarri no ha solucionado desde su llegada. Esta pérdida suele permitir al rival poder correr a los espacios (como más sufre el Chelsea). Y el Chelsea corriendo hacia atrás suele sufrir mucho. En primer lugar por su ocupación de espacios. Por la izquierda Marcos Alonso suele ser vulnerable, y la espalda de Jorginho si es superada también supone un problema. A partir de ahí, las coberturas no suelen ser las más efectivas y los contrarios encuentran con cierta facilidad situaciones de peligro.
No hay duda de que el proyecto del Chelsea necesita de tiempo, confianza y paciencia. Seguramente también de autocrítica por parte de Maurizio Sarri y sus futbolistas. Da la sensación de que antes de asentar su estilo completamente, el técnico italiano tiene que asentarse en mayor medida al fútbol inglés (algo que ya le sucedió a Pep Guardiola su primera temporada en el Manchester City). Algo que unido a las rotaciones, donde no hay muchos cambios por parte del entrenador del Chelsea, llevan a que el equipo esté pasando por una fase donde es más previsible de lo que le gustaría.
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